Las proteínas conforman uno de los grupos de nutrimentos principales necesarios para que el cuerpo funcione adecuadamente. Desempeñan diversas funciones dentro del organismo entre estas están funciones estructurales, enzimáticas, hormonales, como mensajeros, transportadores, tienen un papel dentro del sistema inmune, entre muchos otros. Existen dos fuentes de proteínas, las de origen animal (carnes, pescado, mariscos, huevos, lácteos) y de origen vegetal (garbanzos, remolacha, soya, espinaca, zanahoria, pistaches, manzana, espárragos, lentejas). Si bien el consumo de proteínas es importante para la salud, el exceso de su ingesta podría ocasionar alteraciones en la salud.
Las dietas compuestas por un alto contenido de proteínas y una baja ingesta de frutas y verduras ocasionan una alta producción de ácidos en el cuerpo. Esta sobreproducción de ácido genera que los riñones excretan una mayor cantidad de amonio. Además, el hueso también se ve afectado pues con este incremento de ácido se incrementa la excreción urinaria de calcio. Del mismo modo, se ha demostrado que una dieta con un alto aporte proteico puede ocasionar un aumento en la filtración renal, incremento del flujo sanguíneo en los riñones, proteínas en orina, aumento en la cantidad de orina, secreción de sodio y potasio en orina, cálculos renales. En aquellas personas que presentan enfermedad renal crónica se puede ocasionar la aceleración del deterioro renal.
Debido al aumento de la filtración glomerular y del flujo sanguíneo renal, a largo plazo, esto puede tener como consecuencia un deterioro glomerular progresivo y esclerosis, siendo mas propensos aquellas personas que ya cuentan con algún daño a nivel renal. Sin embargo, los efectos en la sangre de una dieta hiperproteica en pacientes sanos no se conocen, pero siempre existe un riesgo. Uno de los grupos poblacionales que puede ser más susceptible es el de las personas con obesidad, pues presentan un aumento del flujo sanguíneo y de la filtración glomerular.
Cuando existe un aumento de la concentración de ácidos en el organismo, estos alteran el pH de la sangre, ocasionando lo que se conoce como acidosis metabólica. Esta acidosis, además de afectar el sistema óseo, también afecta la función endocrina. En este caso se ven alterados los niveles de la hormona del crecimiento, insulina, glucocorticoides, hormona tiroidea, hormona paratiroidea y vitamina D. Dichas alteraciones producen trastornos en el crecimiento de los niños, así como, pérdida ósea y muscular en los adultos.
Asimismo, el consumo excesivo de proteínas se puede relacionar con la aparición de enfermedades cardiovasculares. Un alto consumo proteico proveniente de alimentos de origen animal suele estar acompañada de un mayor consumo de grasas saturadas. Este consumo de grasas ocasiona el incremento de las concentraciones de colesterol, lo cual, puede desencadenar padecimientos como arteriosclerosis e incluso un infarto.
También se puede presentar cansancio y cefaleas. Esto surge como consecuencia del incremento de amonio. De igual modo puede ocasionar la presencia de náuseas.
Si bien la proteína es uno de los nutrimentos más importantes para el cuerpo, su consumo en exceso puede traer consecuencias graves a la salud. Alteraciones renales, hemáticas, cardiovasculares, óseas, hormonales, cansancio y cefaleas se llegan a manifestar cuando existe un exceso de proteínas en el organismo. El consumo adecuado de proteínas para cada individuo tomando en cuenta sus necesidades y estilo de vida es lo más ideal para evitar daños, que podrían ser irreversibles, a la salud.
Equipo de investigación y editorial iNat México.
Referencias:
Quesada, D., & Gómez, G. (2019). ¿Proteínas de origen vegetal o de origen animal?: Una mirada a su impacto sobre la salud y el medio ambiente. Revista de Nutrición Clínica y Metabolismo, 2(1), 79–86.
López-Luzardo, Michelle. (2009). Las dietas hiperproteicas y sus consecuencias metabólicas. Anales Venezolanos de Nutrición, 22(2), 95-104. Recuperado en 28 de junio de 2021.
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