De acuerdo a la Organización Mundial de Gastroenterología, para tener una salud digestiva adecuada se requiere de la presencia constante y suficiente de nutrientes como la fibra y el agua, así como probióticos que favorezcan la microbiota intestinal, esto combinado con actividad física.

La fibra se ha reconocido como un ingrediente alimentario de suma importancia para la nutrición ya que promueve la salud en general, pero principalmente la salud gastrointestinal. Existen dos tipos de fibra: la fibra soluble y la fibra insoluble. La primera la podemos encontrar en frutas y verduras, mientras que la segunda en cereales y productos integrales.

La fibra tiene diversos beneficios para la salud ya que se encarga de dar consistencia y volumen a las heces, brinda protección contra el cáncer de colon, incrementa la sensación de saciedad, ayuda al control del peso corporal, reducen la ingesta de alimentos, previene enfermedades como diabetes y obesidad, equilibra las concentraciones de glucosa y colesterol en sangre.

El consumo adecuado de fibra ayuda a mejorar la función gastrointestinal. La fibra tiene la capacidad de fermentar contribuyendo así a la reducción del tránsito intestinal y a disminuir la inflamación del colon. Además, también posee viscosidad, la capacidad de retener agua y estimular la proliferación bacteriana de la microbiota. También se ha relacionado con un menor riesgo de cáncer de colon, pues la fibra insoluble ayuda a disminuir el tiempo de contacto de las heces que pudieran contener toxinas cancerosas con las paredes del colon, pues facilita la expulsión de los desechos, del mismo modo ayuda a neutralizar las sustancias cancerígenas y su formación.

La fibra no es la única capaz de brindar beneficios a la salud digestiva, los alimentos fermentados también tienen múltiples aspectos que benefician al tracto gastrointestinal. Los alimentos fermentados son aquellos alimentos o bebidas que son producidos mediante un crecimiento microbiano controlado y la conversión de sus componentes por una acción enzimática. Muchos alimentos han sido fermentados a lo largo de la historia como carne, pescado, lácteos, verduras, soya, legumbres, cereales y frutas.

La fermentación era utilizada como un método de conservación ya que ayudaba a reducir la contaminación de los alimentos con agentes patógenos. Sin embargo, este método también se utiliza para mejorar las propiedades organolépticas de los alimentos, es decir, se modifica su sabor o textura. Ejemplo de ello son las aceitunas que necesitan en el proceso de fermentación para eliminar los compuestos que hacen que su sabor sea amargo.

Durante los últimos años la popularidad de estos alimentos se ha incrementado debido a los beneficios que tienen para la salud. Estos alimentos contienen microorganismos probióticos que ayudan a la población bacteriana de la microbiota intestinal. La fermentación de los alimentos ayuda a mejorar la digestibilidad del almidón y proteínas ayudando a facilitar su absorción. También ayuda a mejorar los síntomas de una mala digestión de la lactosa. El kéfir, bebida láctea originaria de China, ayuda a aliviar el estreñimiento, mejorar la absorción de la lactosa y erradica la bacteria Helicobacter pylori.

El proceso de fermentación puede ayudar a obtener nuevos compuestos nutricionales en los alimentos como vitaminas, aminoácidos esenciales, péptidos bioactivos, polisacáridos, antioxidantes, entre otros. Por ejemplo, en el Tempeh, un fermentado de granos de soja, se aumenta el contenido de ácido fólico, niacina, riboflavina, nicotinamida, piridoxina y vitamina B12. Pero también ayuda a eliminar sustancias que podrían afectar la salud.

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Equipo de investigación y editorial iNat México.

Referencias:

Referencias

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