Pan industrializado.

El pan tiene una historia muy antigua: se conoce que de su existencia desde el siglo XX a.C. se trata de un alimento muy básico, primordialmente rico en carbohidratos. Su elaboración más simple consta de harina de algún cereal, sal, agua y levadura (esta es la que le da volumen). El cereal más común para elaboración de pan, es el trigo, pero también lo hay de centeno, espelta, avena, masa madre, cebada entre otros. 

Si bien puede ser un alimento nutritivo, tiene muy mala fama, debido a que mucha gente considera que comer pan es sinónimo de engordar, y no debería ser así, sin embargo si elegimos opciones inadecuadas de pan, sí que es un precursor de obesidad, entre otras enfermedades. 

¿Qué pasa con el pan de caja en la actualidad? 

Encontrar pan saludable en los anaqueles de supermercados en Latinoamérica en los últimos años se ha vuelto una tarea prácticamente imposible, debido a que la industria de alimentos se ha encargado de llenar las formulaciones con aditivos altamente tóxicos y alejados de brindar salud al consumidor. El pan blanco se ha ganado el lugar del supervillano entre todos los tipos de pan y es por eso que normalmente optamos por elegir la opción de pan integral pero ¿qué encontramos en él? ¿Es realmente integral? 

  • Azúcar. Por 2 rebanadas aporta 4.4 gr de azúcar (jarabe de maíz de alta fructosa) 
  • Sodio: Aporta 250 mg de sodio (proveniente de sus conservadores y potenciador de sabor). El alto consumo de sodio está relacionado con hipertension arterial. Otro tipo de panes aún siendo de supermercado -como lo es el pan Ezequiel- tiene un aporte de 75 mg de sodio, una cantidad mucho menor. 
  • Fibra: Contrario a lo que pensaríamos en una presentación de pan integral, realmente contiene poca fibra, ofreciendo solo 1.7 gr, comparado con el pan Ezequiel (hecho a base de germinados) este aporta 3 gr de fibra. 
  • Contiene 10 diferentes aditivos, dentro de los cuales dos de ellos han sido clasificados como de dudosa seguridad: cloruro de amonio y azodicarbonamida. Si bien son aditivos “aprobados” para su uso, sí existen riesgos ante su consumo. A través de la ingesta de dosis elevadas de cloruro de amonio, el cual está constituido de amonio y cloruro, pueden oscilar desde cefalea, confusión, letargo, hiperventilación, bradicardia, irritación gástrica, vómitos, sed, diarrea, anorexia, glucosuria, hipocalcemia, tetania, hiponatremia.

La recomendación general es optar por panes artesanales (cómpralo de forma local) y opciones libres de jarabe de maíz de alta fructosa. 

Equipo de investigación y editorial iNat México.

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